¿Es Midsommar una estafa aburrida que "no da miedo"?

14/5/20

'Midsommar' de Ari Aster

Midsommar fue una película que disfrutó de una vida excepcionalmente corta en cines; en algunos apenas se mantuvo dos semanas. Los espectadores quedaron un tanto confusos al encontrarse con una película densa, filosófica y, en definitiva, más rara que un perro verde. Y que, por supuesto, "no daba miedo". Quizá el problema fue que los adelantos de la película vendieron una cosa, mientras que el producto en sí mismo era otra bien diferente. ¿Es Midsommar, al final, una gran estafa soporífera?

Ari Aster lo vuelve a hacer

Tras esa maravilla que fue Hereditary, el director Ari Aster vuelve a traernos una película que, salvando las distancias, guarda muchas similitudes con la anterior. El núcleo central de Midsommar, el corazón de su historia, es un drama familiar desgarrador y cruel. La protagonista, que interpreta de lujo Florence Pugh (ya se lució en Little Women, y próximamente en el mundo de los superhéroes), se trata de una chica frágil, vulnerable, rota, que busca su lugar en el mundo.

Si tuviera que definir las películas de Ari Aster, las calificaría como íntimas. Si algo es recordado de Hereditary, más allá de su atmósfera cargada y llena de angustia, es ese memorable monólogo de Toni Collete -todos sabemos que los Oscar, si tuvieran un mínimo de consideración por el cine de terror, la hubieran cubierto de premios-. En Midsommar, Aster vuelve a hablar de un tema muy difícil. No hay finales fáciles ni felices. Él siente fascinación por la cuestión de las familias rotas, destruidas de forma irreparable. Y el vacío es tan grande, tan terrorífico, que no hay amor posible que te pueda salvar... ¿o sí?

Florence Pugh en 'Midsommar' de Ari Aster

Ha habido muchas críticas a Midsommar por su "falta de consistencia". Yo, sin embargo, considero que es una de las películas mejor estructuradas y más pensadas que he visto en mucho tiempo. La conexión que la chica tenía con su novio era, como se muestra desde el principio, fría y artificial. Ella provenía de un mundo supuestamente civilizado (el nuestro), pero incapaz de comprender y aceptar la muerte. Y es en ese mundo nuevo, cruel pero auténtico, donde ella realmente será libre. Donde ella estará rodeada de gente que, bastante literalmente, siente su dolor y lo hace suyo. El dolor de una es el dolor de todos.

Las lecturas son múltiples. Por una parte, podemos entender que la protagonista ha sido manipulada por una secta de tarados, mentirosos y asesinos. Por otra, sin embargo, podemos entender que ellos realmente la han aceptado como una de los suyos y se han convertido en la nueva familia real que ella necesitaba tan desesperadamente. ¿Es el final de Midsommar, después de todo, e irónicamente, un final feliz? ¿No es terrorífico saber que somos tan vulnerables e influenciables cuando tenemos el corazón roto?

Cuando la forma es tan importante como el fondo

Florence Pugh en 'Midsommar' de Ari Aster

Pero más allá de la historia -que, insisto, está muy bien pensada y llena de psicología-, por lo que sobresale Midsommar es por ese extraordinario lenguaje visual que habla por sí solo. Siento fascinación por los directores que son capaces de contar tanto a través de las imágenes; ellas, por sí solas, son poderosas, capaces de decir más que mil palabras. El inteligente plano del viaje en coche de los protagonistas al campamento, que lo vuelca y pone del revés, ya es toda una declaración de intenciones: prepárense para entrar en un mundo diferente donde las reglas han cambiado.

Y quizá el problema de la película, como decía, fue que vendió lo que no era. Se vendió como una historia de "terror a plena luz del día", y muchos entendieron por terror a lo que estamos acostumbrados: sustos fáciles, sobresaltos, sangre y vísceras. Pero es un terror más profundo, casi filosófico, del que se te clava dentro, muy en la línea de otras pioneras del "terror psicológico" como la estupendísima Babadook (2014), de Jennifer Kent.

Midsommar al final es una gozada. Y no solo por la historia, sino por cómo la cuenta. Ari Aster tiene muy mala leche, como queda patente a lo largo de toda la película -la escena de sexo grupal, o el amigo cazurro orinando a los antepasados, tienen mucho de humor negrísimo-, y una facilidad increíble para plasmar lo grotesco, lo desgarrador. Midsommar es un viaje fascinante a medio camino entre lo onírico y lo real, entre las drogas y la verdad. Pero no es, como decía, cualquier tontería: es una historia llena de inteligencia emocional. Entiendo que decepcionara a quien buscaba sobresaltos y un terror "más clásico", pero Midsommar es una rareza; una maravilla de esas que estamos tan poco acostumbrados a ver. 


Isidro López (@Drolope)

1 comentario:

  1. Es feo decirlo, pero hay gente que no está preparada para este tipo de cine. Y no lo digo como un simple "yo soy más listo que ellos", es que simplemente hay gente que no concibe en su cabeza el concepto del subtexto. Pueden ver Mad Max y flipar con los efectos especiales, pero no son capaces de apreciar su densidad narrativa.

    Y claro, cuando se les presenta una película como esta, la cual es prácticamente en su totalidad subtexto, su cerebro directamente la rechaza, la considera como un enemigo. Es triste, pero es así.

    Midsommar es una de mis pelis favoritas de la década pasada, y cuando fui al cine a verla, la gente salia decepcionada y maldiciendo. En ocasiones, me me gustaría decir aquella frase que dijo Scar: "Estoy rodeado de idiotas".

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