La primera temporada de The Crown fue todo un descubrimiento para mucha gente, también para mí. La Casa Real inglesa es todo un referente en el mundo, tiene fans acérrimos y, después de decenas de películas sobre la Queen Elizabeth, sólo faltaba una serie que sigue siendo maravillosa en su segundo año. ¡Cuidado, que hay spoilers!
La Royal Family siempre me ha parecido atrayente, aunque nunca he
llegado a interesarme del todo como para ponerme a investigar sobre ella. Lo
que sí me ha animado a ello es The Crown,
lo cual lleva mi fascinación a otro nivel. En
la primera temporada pudimos ver la transición de Elizabeth, hija, hermana,
esposa y madre, a Queen Elizabeth, el referente principal y más importante de toda
una nación. También pudimos ver a Winston
Churchill tragando con ella, pues no quería una mujer en el cargo –cada vez
que lo pienso no puedo dejar de poner los ojos en blanco–, pero se encargó de enseñarle a base de palos,
todo sea dicho, que el cargo que ostenta
Su Majestad es más bien un grano en el culo que otra cosa, que hay que ser
fuerte y no venirse abajo. Vamos, el típico tough
love (amor duro). Pero, a pesar de todo, Winston Churchill también pasó por lo que muchos pasamos: caímos rendidos ante ella, pues no hay
mujer más trabajadora, aplicada y devota a su cargo que Elizabeth.
YAS QUEEN! |
En esta segunda temporada hemos visto cómo la Reina ha tenido que lidiar
con dos primeros ministros diferentes, dos embarazos, la boda de su hermana
Margaret, la guerra en Egipto por el Canal de Suez, la insurrección de un grupo
de países en África y la sombra permanente de la infidelidad por parte de su
marido Philip. Elizabeth no hace más que
reprimirse, intentar mantener la coraza intacta, ni siquiera dándose un
respiro en la más estricta de su soledad porque ni siquiera existe, no hay
privacidad. Elizabeth se traga sus sentimientos, sus pensamientos, pero a veces algo se escapa en forma de
comentario sutil, un brillo en sus ojos emocionados, una mueca disimulada.
No hay descanso en el trabajo de ser reina, siempre hay algo que hacer, algo
pendiente, surge cualquier cosa. También la
hemos visto pseudoclaudicando al manifestar la poca gracia que le hace ser
simplemente una marioneta y no poder tener iniciativa propia. Si tuviese
que definir a The Crown, obviaría
toda la parte de la realeza para ir a un punto un poco más profundo: un grupo de personas que están hasta el mismísimo
de todo y que no pueden expresarlo por estar en la posición que están.
Elizabeth está más afianzada en el trono, más segura, pero al mismo
tiempo todo eso se puede desmoronar pues la sociedad está cambiando. Eso se
ve muy bien con la visita de los Kennedy
como si fuesen unas completas estrellas de cine que fascinan a los ingleses,
cosa que no entiende la propia Reina. Los
Kennedy eran el glamour y la política
unidos de la mano, una revolución como lo fueron The Beatles para la
música, un soplo de aire fresco que escondía una terrible pesadilla. Un matrimonio basado más en la imagen
onírica que en el amor, con un hombre que no podía mantenerla dentro de los
pantalones y que utilizaba a su mujer para ganar votos, la misma que se
marchaba a la granja familiar para coger aire respecto un ambiente cargado,
tóxico, que la convertía en alguien miserable. Un hombre que no soportaba que su mujer le eclipsase y ella recibía la
venganza de él al pasarse por la piedra todo lo que llevase falda. El
retrato de los Kennedy está muy visto, por supuesto, pero me sigue pareciendo
interesante y más cuando lo hacemos desde la Royal Family. Elizabeth se
muestra humana ante nuestros ojos; tiene celos hacia Jackie y empieza a
mostrar cierta inseguridad a pesar de ser quien es. No obstante, finalmente
reina la comprensión, pues ambas son mujeres que, a pesar de estar en la cima
de la montaña, no son realmente felices, existe algo que no se lo permite. Se
entienden, llegan a cierto punto intermedio que las une al compartir ciertas
similitudes dentro de la distancia que las separa.
Pobre Charles |
En la humanidad y cotidianidad de la Royal Family es donde la serie se convierte en algo mucho más
interesante de ver. Una de las cosas sobre la que más se habla es el papel como progenitores de los Reyes, su
implicación con sus hijos y, más aún, su ausencia. En esta temporada hemos
podido ahondar no sólo en el pasado de
Philip, lo que nos puede permitir comprenderle mejor o que nos resulte más
simpático –cosa que en mi caso dudo bastante–, sino también en cómo se refleja su pasado en la educación
de Charles, heredero a la Corona. Este episodio, que podría parecer un
puente hacia el final de la temporada al ser el penúltimo, me parece de los que
más me ha tocado al terminar llorando de pura impotencia. Aquí se puede ver que
el dicho “de tal palo, tal astilla” no siempre es verdad. Los hijos no son como los padres; no se dan las mismas
circunstancias y cada persona es un mundo, tiene unos sentimientos, filosofías,
carácter y puntos de vista completamente diferentes. En el caso de Philip, desde
que era pequeño no recibió mucho cariño por parte de su padre; es más,
seguramente le dijeron que tener sentimientos y/o mostrarlos era un signo de
debilidad, una lección errónea que quiere enseñarle a su hijo. Sin embargo, Philip, que no saca la cabeza de su
propio culo, no se ha dado cuenta de una
cosa fundamental, básica: Charles no es él ni por asomo. Él llegó a ese
colegio, que posteriormente su hijo define como un “absoluto infierno”, con el
ego subido, enrabietado y con un gran dolor infligido por su propio padre al
culparle de algo que le marcó de por vida. Charles,
por su parte, no es para nada así: es un
niño tímido, sensible, muy querido, sin ego. Es feliz, está a gusto. Para mí, el dicho “la letra con sangre
entra” me parece un horror. Ser machacón, un bully, con tu propio hijo me parece la peor forma de enseñarle. Educar y enseñar con amor no significa que
vaya a ser débil, sino que va a ir construyendo su seguridad, aprenderá mejor,
se sentirá querido, atendido. En este episodio se trata en cierta manera el
bullying, lo que parece algo arraigado
al colegio. A lo mejor el bullying “ayudó” a Philip a reducir su
ego, a que no dejase de pensar que era el centro del universo, pero a Charles
no. Charles, por lo que parece ser, sí aprendió una lección de todo esto
para cuando fuese padre, la empatía,
cosa que también parece seguir su hijo William respecto a la educación de su
hijo George –declaró que presta atención a su hijo, que intenta razonar con él
sobre las rabietas, que trate de explicar lo que siente, etc.–. La Reina, en este caso, no estaba de
acuerdo para nada con su esposo pero, al llegar a un acuerdo para mantener la
salud del matrimonio, tuvo que callarse y aguantar –otra vez esa represión–.
Muchos criticarán el papel de Elizabeth como madre, pero me gustaría que todo
el mundo hiciese el ejercicio mental de intentar ponerse en su lugar, siendo
reina y madre, y que intente hablar de cómo lo haría. Complicado, ¿no?
El crush con Vanessa Kirby es para mirármelo |
Al hablar de The Crown siempre se resalta a Claire Foy quien, ciertamente, su
actuación es maravillosa, pero no se
suele hablar de otra actriz que creo que también es muy importante, Vanessa
Kirby. El personaje de Margaret es mi favorito; me fascina a la par que me
rompe el corazón, y en esta temporada ha brillado muchísimo. Mientras que en la
primera veíamos su relación con Peter Townsend
y cómo ésta terminó, en la segunda vemos
las consecuencias del corazón roto de Margaret, su búsqueda por apaciguar
el dolor a través del alcohol, el tabaco y las fiestas con gente interesante y,
sobre todo, plebeya. La hermana de la Reina siempre ha sido una rebelde, la
antítesis de Elizabeth, y ha mantenido su seña de identidad en esta nueva tanda
de episodios. Margaret encuentra en Antony
Armstrong-Jones (Matthew Goode; Dowtown Abbey, The Good Wife), fotógrafo de profesión, lo que venía buscando: una persona
interesante, una especie de reto, un amor que la vuelva loca y que la anime a
levantarse por las mañanas. Antony, por su parte, es un hombre misterioso,
con una vida privada muy inusual y escandalosa para la época al tener
relaciones sexuales con más de una mujer y con algún hombre incluido en la
ecuación. Margaret se lanza al
matrimonio más por venganza hacia Peter Townsend, quien le escribe una carta
diciéndole que se va a casar, que por amor. Margaret necesita una victoria
después de tantas derrotas y esta es su oportunidad al tener su gran boda en la
Abadía de Westminster. Sin embargo, su
matrimonio tendrá más bajos que altos y es algo que en la season finale ya se pueden ver algunas pinceladas al respecto.
The Crown sigue siendo una
serie absolutamente deliciosa que se disfruta muchísimo, al menos una
servidora. Aunque tiene base histórica y sus momentos más íntimos habría que
cogerlos con pinzas, no puedo negar lo
mucho que aprendo con la serie, la cantidad de información que uno recibe,
y sin tener la sensación de que lo que me están contando es un coñazo absoluto.
Sus episodios de una hora me parecen cortos porque me tienen pegada a la
pantalla y eso ya de por sí me sorprende, pues los capítulos de una hora se me
pueden hacer muy cuesta arriba. En
cuanto a su calidad, para mí no ha perdido un ápice respecto a la primera
temporada. Sigue siendo una serie muy
cuidada, con una producción bestial
y en la que los 200 millones de libras de presupuesto –el doble que en la
primera temporada– se notan muy bien invertidos.
Voy a echar mucho de menos a este cast |
A pesar de no haber sido oficialmente renovada por Netflix, esperamos
que sí se lo concedan más pronto que tarde, sobre todo al tener en cuenta que Olivia Coleman (Broadchurch, The Night Manager) ya ha sido anunciada como la sucesora de Claire Foy para las dos
siguientes temporadas, dado que se contará con un elenco completamente
renovado para seguir reflejando el reinado de Queen Elizabeth.
¿A vosotros qué os ha parecido
esta segunda temporada? ¿Os ha gustado más o menos que la primera? ¿Le
pondríais alguna pega? Por ahora, amenicemos la espera entonando un “God save the Queen!”.
Irene Galindo (@MissSkarsgard)
Gracias por entender lo dificil que es para la reina (y para cualquier mujer poderosa) conjugar su rol oficial con el de madre. Esta temporaa ha intentado pintar a Felipe como un mal padre, pero a isabel como la gran causante de las flaquezas de su heredero. Hasta llegan a decir Felipe y su amigo Mike, que no lo quiere, que lo ve como su sucesor, por lo mismo como un presagio de su propia muerte. Ya se que Peter Morgan no quiere ni a la reina ni a la monarquia, pero es un golpe bajo acusarla de ser mala madre
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Malena.
EliminarMe acuerdo de ese comentario y me pareció fuerte y muy cruel. Elizabeth lo hace lo mejor que puede teniendo en cuenta la posición en la que está. Es reina y madre, y se debate entre su familia y su pueblo, cosa que me parece normal. Creo que si se hablase de un rey no se debatiría tanto sobre si es un mal padre o no porque parece que, al estar nosotras ahí con los hijos, se perdona todo a la figura paterna y no debería ser así. Philip es retratado como un padre duro, poco empático, que utiliza la educación de Charles como moneda de cambio. Lo de que Elizabeth no quiere a su hijo porque es su sucesor, es el presagio de su propia muerte, es que me parece demencial. Claro que lo quiere y desea lo mejor para él, por eso prefiere que esté cerca de casa, que vaya a un colegio más acorde con su forma de ser. Charles no me parece un niño débil, simplemente me parece un niño. Ya llegarán los tiempos en el que tenga que entrar a la Royal Navy, como pasó, y se tenga que poner un poco las pilas.
Creo que Elizabeth no es una mala madre, es una madre ausente, como lo han sido muchos padres debido a su trabajo, pero eso no significa que no se preocupe. Es más, Philip también es un padre ausente en muchas ocasiones y no es tanto por su trabajo, sino más por sus juergas.
Un saludo.
Muy buena serie, a falta de pocos episodios para terminar esta segunda temporada, destacaría el sexto. Un breve pero trepidante thriller con el duque de Windsor como protagonista.
ResponderEliminarLos secundarios son magníficos y el trabajo artístico, sublime.
Nunca pensé que me engancharía, pero al final de cada episodio corro a buscar información sobre lo sucedido.
Muchas gracias por tu comentario, Mar.
EliminarDe la segunda temporada destacaría varios episodios y uno de ellos es el que mencionas. Me pareció interesantísimo con todo lo del tío de Elizabeth, cómo ella va cambiando de parecer y cómo se resuelve todo. No conocía la historia y me sorprendió bastante.
Es una serie que tampoco pensé que me engancharía o que me fuese a gustar tanto, pero me tiene comiendo de su mano.
Un saludo.