En su primera temporada, Santa Clarita Diet dio mucho de qué
hablar sobre si era extremadamente asquerosa o no, sobre todo cuando es sólo
una comedia de 30 minutos de duración. Pues bien, la serie de Netflix vuelve
con su segunda temporada ahondando en los misterios que empezaron en su primera
andadura y con más apetito que nunca. Una servidora ha tenido la oportunidad de
verla entera y os cuento qué me ha parecido sin
spoilers.
Mi cara con ciertas escenas gore |
Al final de la primera temporada,
veíamos cómo Sheila, interpretada
por Drew Barrymore, empezaba a entrar en
una fase de descomposición interesante que preocupaba de veras a la familia
Hammond y a Eric, amigo de Abby. A esto se unía el gran misterio de cómo Sheila se había infectado y el reguero de
cadáveres que estaban dejando ésta y Joel. Pues bien, ese reguero no hace
más que aumentar y aumentar al mismo tiempo que lo hace el apetito de la “no
muerta”. Sin embargo, en esta temporada se tratan temas muy interesantes. Por
una parte, tenemos a Sheila intentando
adaptarse a su nueva vida bajo esta nueva personalidad más decidida y atrevida
que antes. Sinceramente, es lo que más me gusta de la serie porque no tiene
pelos en la lengua, dice las cosas muy claritas –aunque eso también la pueda
meter en problemas– y es bastante refrescante. El miedo que nos dar la muerte
hace que nos paremos ante muchas cosas o que seamos más precavidos, pero,
cuando ese miedo desaparece, ya no hay nada que nos impida hacer todo lo que
queramos. Esta “nueva vida” también está
afectando a la dinámica familiar. ¿Realmente
Sheila puede ser peligrosa para sus seres queridos? ¿Deberían tomar medidas
para controlarla? Aunque pueda parecer en un primer momento que sí, uno de los temas más recurrentes de la
serie es la familia y el amor que une a los miembros de la misma. Por una parte,
tenemos a los padres, una pareja que
sigue teniendo mucho amor y pasión dentro de su relación y que, además, se han convertido en partners in crime. Joel
ha sabido muy bien cómo encajar las “buenas nuevas” y no para de improvisar,
junto con su mujer, el próximo movimiento, pero sí que es cierto que echa de menos los viejos tiempos cuando
todo era normal y simple. A pesar de eso, la breve muerte de su mujer en la primera temporada ha hecho que se dé
cuenta lo mucho que la quiere y la necesita, por lo que estaría totalmente
dispuesto a sacrificarse e ir a la cárcel el día en que los pillen. Por
otra parte, tenemos la relación de los
padres y su hija, Abby. Desde el primer momento, Abby ha sido consciente de
todo el asunto y lo ha llevado como ha podido –es una adolescente y su mundo ya
es un caos; lo está llevando genial si lo pensáis bien–. Pero, al contrario que
en la primera temporada, esta vez Abby
ha ido un poco más por libre y sus padres han preferido no cargar sobre sus
hombros algunas cosas que no le corresponden. Esto ha permitido que
conozcamos la en el instituto, que tenga algún tipo de relación social más allá
de sus padres y Eric, aunque ha sido éste su mayor apoyo. Como dije el año
pasado, la evolución de Sheila es la más palpable y lo que atrae más la
atención de todos los personajes, pero esta
vez le ha tocado a Abby, quien va a sorprender, aunque sin perder su esencia.
Otro asunto que concierne a la pareja principal es el dilema moral y la pregunta “¿A lo mejor estás matando a demasiada
gente, cariño?”. Mirando el lado positivo, Sheila sólo quiere matar a gente
mala que realmente se lo merezca y así tener una sociedad mejor. Al menos eso
es alimentarse con cabeza, y de ella.
Abby is done with this shit |
Ya en aquella review que escribí sobre la primera
temporada, dije que Santa Clarita Diet
era “una mamarrachada muy apetecible” y que, como tal, no había que tomársela
muy en serio. Sigo pensando lo mismo y, por eso, creo que esta temporada me
ha gustado un poco más que la anterior al haberle cogido el gustillo tanto a la
trama tan liviana que tiene como a las actuaciones de los actores. Mientras que en la primera temporada no
soportaba a Timothy Olyphant, en esta segunda me ha gustado y bastante. A
lo mejor me ha pillado de mejor humor o lo he visto con otros ojos –oíd, nunca
se sabe. Cada serie tiene su momento y su estado de ánimo, esto es muy
subjetivo–, pero su vis cómica me ha
ganado. Además, al ser una serie tan exagerada, los gestos de Tymothy –ese levantamiento de cejas, los gestos con
las manos– casan muy bien con todos los
momentos WTF?! que hay durante los
episodios. Liv Hewson sigue haciendo
un papelón y es muy fácil querer a Abby. Me parece un buen personaje y su
amistad con Eric me parece verdadera, honesta y creíble. Pero, para mí, quien se sigue saliendo es Drew Barrymore.
Tengo especial debilidad por ella, tengo que admitirlo, pero Drew sabe
perfectamente lo que está haciendo en esta serie y lo está disfrutando. Sabe
que aquí hay que hacer el mamarracho, abalanzarse sobre gente, comerse cosas
asquerosas que lleven a los espectadores casi al borde de la náusea –esto
depende más de cada uno y su sensibilidad estomacal–, sentirse muy libre
diciendo cualquier barbaridad y exagerar. Drew
se lo debe de pasar teta grabando y yo viéndola a ella también. A lo mejor
no es reírme a carcajada limpia en mi casa, pero los 30 minutos de los
episodios se me pasan volando y la serie ni os cuento. El problema que le veo a Santa
Clarita Diet, siendo completamente sincera, es que es olvidable, como muchas series de Netflix que consumimos y
que, un año después, no nos acordamos de lo que hemos visto. Las vemos, las
disfrutamos, pero tampoco es que se vayan a quedar retenidas en la memoria
durante mucho tiempo. Es la parte negativa de la ligereza de esta serie.
La segunda temporada tiene alguna
sorpresa que otra, con nuevas caras que seguramente os suenen de otras series,
y vamos averiguando poco a poco de dónde sale este virus que convierte a la
gente en “no muerta”. Volvemos a tener
diez episodios de media hora cada uno excepto la season finale, que son 35 –igual de ligeros, no os preocupéis–.
Si os gustó la primera temporada, esta segunda la devoraréis en una tarde. Si
tenéis dudas, preguntadle a vuestro estómago. Sé que a muchas personas les
preocupa este tema porque pueden ser más sensibles en este aspecto. Tiene
alguna escena un poco gore –atentos
al primer episodio de la temporada, hay una escena genialísima–, pero siempre
podéis optar por cerrar los ojos o pensar que los órganos de las víctimas están
hechos de golosina –es muy posible que así sea, como pasó en cierta escena de
la primera temporada de Game Of Thrones–
y a ver si no os da tanto asco. Ahí sois vosotros quienes tenéis que decidir.
La segunda temporada de Santa Clarita Diet se estrena mundialmente
el 23 de marzo
Irene Galindo (@MissSkarsgard)
Yo con la primera me reí a carcajadas, espero que esta no sea menos.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, carancho.
EliminarYo creo que sí que te reirás y te lo pasarás bien. Tiene golpes muy buenos.
Un saludo.