Un domingo más, los ovarios de miles de féminas explotaron
al ver la sensualidad de Don Draper en el último capítulo. Y es que, como ya
nos adelantaron en el estreno, ha vuelto a las andadas.
¡Empezamos la review!
El capítulo de esta semana se puede dividir según los
personajes. Por un lado tenemos a Don, un hombre que ha vuelto a la infelicidad
al terminar la “luna de miel” que estaba viviendo con su segunda mujer y que ahora se
consuela con la vecina del piso de abajo. También podemos ver que en el trabajo
no está dando lo mejor de sí mismo, para muestra la reunión que tienen su
equipo y él con Jaguar, en la que Don no vende la idea del gordinflón y
señor-que-da-mucho-asco de Jaguar a sus socios y se sale con la suya siendo
completamente consciente de lo que está haciendo. Esta fase en la que está hace
que se cuestione si lo que vende está bien o mal, si hay que darles siempre la
razón a los clientes o mostrarles la realidad sin ningún tipo de rodeo. Otro aspecto a considerar de este capítulo son los flashbacks que nos llevan a la adolescencia de Don. ¿Nos estarán contando el origen del mujeriego Draper?
Por otro lado tenemos a su mujer, Megan. El notición del
capítulo nos lo da ella al confesarle a su
vecina/mujer-con-la-que-le-está-poniendo-los-cuernos-su-marido que ha tenido un
aborto y que en el fondo no le duele mucho haber perdido al bebé que esperaba,
pero sí le duele que no le duela. Espero que no os hayáis perdido. Megan quiere
tener hijos pero no en este momento en el que su carrera como actriz está
despegando, una mentalidad muy actual, como podéis daros cuenta.
El tercer personaje en el que se centra el capítulo es mi
querida Peggy. Esta mujer que se ha hecho a sí misma y que ha tenido los santos
ovarios de darle carpetazo a Don Draper - en el sentido laboral porque en el
otro sabemos que Don es irresistible - no se siente del todo a gusto en su nuevo
puesto. Ha comprobado que la odian en el trabajo por su actitud exigente y
perfeccionista. Personalmente la comprendo porque yo también soy así, queremos
que las cosas salgan bien y así tendremos más éxitos, sobre todo con lo
exigentes que pueden llegar a ser los clientes de las grandes empresas. También
hay que destacar, aunque ya lo hice en la review del primer capítulo, que el
equipo que tiene Peggy es bastante inútil comparado con la élite con la que trabajaba en
Sterling Cooper Draper Pryce.
Por último, está Pete, el hombre que tiene todo pero se
siente vacío, hundido y completamente infeliz. Personalmente veo que siempre ha sido infeliz excepto cuando tuvo su aventura con Peggy, que pareció animarle, mientras que su esposa Trudy le amarga la existencia. Así que,
aprovechando el apartamento de la ciudad y las esposas ajenas, se dedica a “pasar
un buen rato” con la vecina - ¿pero qué tendrán las vecinas en esta serie? -.
Lo mejor de la historia de Pete estaba por llegar de la mano de su esposa al despojarse el disfraz de mosquita muerta y cantarle las cuarenta al
proyecto de calvo de su marido. ¡Bravo por esa mujer, sí señor! Ya era hora de
que este personaje no me resultara tan repelente.
Como toque final, pedir desde aquí más minutos de la diosa
llamada Joan, que no la estamos viendo casi nada pero que cada vez que lo hace –
como en este capítulo – deja huella. Por mi parte nada más. ¡Tu turno, Dro!
¡Hola! Dro al habla. El episodio ha sido muy coral, como ya comentaba Irene. Hemos tenido, a diferencia del anterior, muchísima menos presencia de Roger y Betty, aunque a cambio hemos podido sufrir disfrutar más a nuestro querido Pete, ese hombre que no sabe lo que quiere y que es incapaz de apreciar a su esposa, Trudy, un personaje que a mí siempre me ha gustado. Por desgracia para él, en este capítulo finalmente su mujer le ha dicho "Hasta aquí hemos llegado" y le ha echado de casa. Y es que hay que reconocer que Pete ha sido muy estúpido. Podría haberse acostado con cualquier mujer de la ciudad, pero él decidió intimar con nada más y nada menos que la vecina. Eso pareció quitarle de algún modo la venda de los ojos a Trudy, que en realidad siempre se olió lo que sucedía (no hay más que recordar el desagradable incidente con la limpiadora alemana). Ella solo pedía discreción, pero con esta aventura Pete ha traído la "deshonra" a su casa, algo que ella realmente no parecía dispuesta a tolerar. A tomar viento, Pete, se te acabó el chollo.
Ahora me gustaría hablaros del otro gran putero egoísta de la serie; Don Draper. Puede que nos lo quieran pintar como un hombre místico y complejo, y no dudo que lo sea pero, francamente, creo que lo que tiene metida en el cuerpo, además de una lívido que está por las nubes, es mucha tontería. No me importa que tuviera una infancia complicada y que viera cosas que ningún niño debería ver (arg) porque ya es mayorcito y debería pensar más con la cabeza y menos con su dick (guiño, guiño). ¿Cuántas veces tropezará Don Draper con la misma piedra? ¿Acaso quiere hacer de Megan una Betty 2.0? Pronto las mentiras y los secretos se harán tan grandes que acabará llevando, casi sin darse cuenta, toda una doble vida. Se volverá a sentir asfixiado, Megan sufrirá las consecuencias... y vuelta a empezar.
¿Qué necesitan Don y Pete para ser felices?
Peggy, por otro lado, parece encontrarse mejor que Don, aunque tampoco podría decirse que esté viviendo su mejor momento. Sus compañeros son mediocres y ella, por mucho que se esfuerce, no es capaz de guiarles por el buen camino, aunque también hay que decir que la muchacha tiene muy poca paciencia. Me encantó esa escena tan ridícula en la que les animaba y luego, cuando se iban de su despacho, ella volvía a sentarse con cara de asco. Grande, muy grande Peggy. ¿Cuánto tiempo aguantará en ese entorno? ¿Habrá tema con Lee?
Y, por cierto, ¡queremos más Joan! ¿Para cuando un spin-off de la pelirroja?
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