¡Hola, amigos! Qué poquito nos queda para terminar este año de una santísima vez y comenzar algo nuevo. Estas fiestas son especiales porque nos reunimos con la familia, comemos más de la cuenta o vivimos momentos inolvidables (ya sean malos o buenos), pero para mí estas fiestas son aún más especiales por un simple motivo: fue en unas navidades cuando Glee, la serie de la que voy a hablar hoy, llegó a mi vida y la puso patas arriba. ¡Comencemos!
Hace cinco años, en una tarde fría y navideña de diciembre, yo, con mis 15 años de entonces, decidí comenzar a ver Glee. Hasta ese momento, yo solo había oído hablar de esa serie por amigos, o por los anuncios que ponían en Neox promocionando la serie. A raíz de una de las mejores performances de la serie, tomé la decisión de verla. Total, no perdía nada por echarle un vistazo. Y así comenzó todo.
Hoy en día, la gente califica Glee como un esperpento, una serie que destaca más por sus errores que por sus aciertos, o incluso porque es “demasiado gay”. Sí, es un esperpento. Sí, la serie ha tenido más errores que aciertos (sobre todo en sus últimas temporadas). Y sí, puede ser demasiado gay, pero ¿es eso de verdad un problema? Madre mía, que frágil es la masculinidad.
Toda esa gente que hoy crítica la serie parece que no se da cuenta de muchos otros factores: fue calificada en su día como “una de las mejores series de la temporada” por 'Los Angeles Times' o, por ejemplo, Maureen Ryan, del 'Chicago Tribune', decía que “Glee tiene muchas cosas positivas, pero su principal baza es que es diferente”. En el 'Washington Post', Hank Stuever decía que “no había podido parar de sonreír mientras veía los primeros episodios de Glee”. No creo que personas inteligentes y con cierto nivel cultural se dejen llevar por una serie mala.
Pero después de esta retahíla de nombres que seguramente os importen un bledo, vamos a lo verdaderamente importante: Glee habló por primera vez de los verdaderos temores de un adolescente. Más allá de covers de Madonna o Whitney Houston, lo que hace de Glee una serie única es su capacidad de retratar la vida de un adolescente como ninguna otra lo ha conseguido. Es una serie que rompe con todo tipo de barreras. Trata temas como la búsqueda de la sexualidad, las relaciones amorosas en la adolescencia, el bullying que hoy en día sigue sucediendo y la discriminación, además de temas como el suicidio, la falta de oportunidades, el no encajar en ningún lado y el luchar por tus sueños. Creo que ninguna serie juvenil ha podido tratar mejor estos temas como Glee.
En algún momento, cualquier espectador de la serie se ha podido sentir identificado con el acoso que sufrió Kurt, con los problemas domésticos de Quinn, con la aceptación sexual de Santana o con los sueños inquebrantables de Rachel, sin importar la edad, el género o la sexualidad. Esto hace que Glee sea algo más que una mamarrachada: Glee es una serie de temática social al nivel de The Wire u Orange is the New Black. Además, nunca hay que olvidar que es una serie con un total de cuatro premios Emmy, otros cuatro Globos de Oro (entre ellos a los fantásticos Jane Lynch y Chris Colfer, interpretando a la entrenadora Sue y a Kurt Hummel, respectivamente), y una larga lista de galardones que la consolidan como una de las series con más éxito de los últimos diez años.
Pero tampoco hay que olvidarse de que la serie de Ryan Murphy sigue estando de actualidad, aunque sea por las polémicas que han surgido alrededor del rodaje o de los actores principales, entre ellas la muerte por sobredosis de Cory Monteith, que interpretaba a Finn Hudson durante las primeras cuatro temporadas de la serie; algo que dolió a todos los fans de la serie y que supuso el principio del fin del fenómeno que era Glee.
Pero las polémicas no acaban ahí: se rumoreaba que Lea Michele, con unos aires de grandeza y de superioridad mayores que los de su personaje en la serie, Rachel Berry, tenía peleas constantes con Naya Rivera, actriz que interpretaba a Santana. Al parecer, a la señorita Michele se le había subido el ego y no podía soportar que otra actriz acaparase su preciado foco. Como pueden observar, el salseo está más que servido.
Además, los continuos arrestos a Mark Salling (Puck) por posesión de pornografía infantil, los problemas maritales de Rivera y arrestos por conducción temeraria, escándalos sexuales como el de Dean Geyer (Brody), el odio de Ryan Murphy hacia Dianna Agron (Quinn) o los rumores sobre su sospechosa relación con Darren Criss (Blaine) han hecho que todos estemos deseando que se produzca una serie de televisión sobre el rodaje de la serie y los conflictos internos que seguramente todavía quedan por descubrir.
A pesar de todo esto, Glee no deja de ser una serie que se encuentra incrustada en el imaginario colectivo de la juventud actual. Cualquier chico o chica de 20 años sabe qué es Glee, la haya visto o no la haya visto. El granizado dejó de tener un solo uso: ahora servía para tirárselo a la gente a la cara. La serie no solo fue un cambio en la vida de todo adolescente, también fue un cambio para mí.
Glee llegó a mi vida cuando yo no estaba pasando por un buen momento. Para un chico como el que era yo entonces, tímido, acomplejado, que tenía miedo de hablar más de la cuenta, el descubrimiento de una serie como esta fue todo un plot twist. Una serie en la cual poder sentirme identificado, encontrarme a mí mismo, descubrir quién era de verdad y qué quería ser en el futuro. Todo eso me lo ha dado Glee, porque de eso va Glee.
Glee trata sobre ese chico acomplejado que no encaja en ningún lado, sobre esa chica que quiere llegar a lo más alto a pesar de no tener seguridad en sí misma, sobre ese chico que no sabe qué le gusta y qué no le gusta, o sobre la libertad de poder ser lo que quieras sin importar lo que piensen los demás. Esta serie hizo que muchos nos pudiésemos identificar de verdad con unos personajes que hasta entonces no habíamos visto, hizo que creyésemos en que todo iba a salir bien y que teníamos un futuro más allá del instituto. Glee nos hizo ver que quedaba un futuro por el que luchar.
Sí, este artículo parece escrito por un David quinceañero, enamorado perdidamente a partes iguales de Blaine Anderson y Quinn Fabray, pero en realidad no me importa. Glee es una serie que ha marcado un antes y un después en mi vida, y no me arrepiento de decirlo. Y citando a Alaska, solo puedo decir que “yo soy así, y así seguiré. Nunca cambiaré”.
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