Castle y Beckett se despiertan uno al lado de otro en una oscura habitación y esposados. Tras el desconcierto inicial por la extraña situación, se dan cuenta de que no recuerdan nada de lo ocurrido antes de su secuestro, así que el capítulo se mueve entre las reconstrucciones que intentan crear, ordenando sus últimos recuerdos, y las investigaciones de los incondicionales Ryan y Esposito desde la comisaría, que se desviven por encontrarlos.
El hecho de estar esposados, les reduce la movilidad y les complica las posibilidades de salir de ahí, lo que lleva a gran número de escenas divertidas, ya que tienen que adoptar medidas extremas, y la tensión no hace más que aumentar. Si a eso le sumamos que dentro de la especie de búnker en el que se encuentran hay cosas, y pasan cosas muy poco corrientes, tenemos como resultado un capítulo disparatado entre los que más.
Por otro lado, aunque la situación sea tensa, les hace ganar confianza el uno en el otro, que a estas alturas de la serie era lo que necesitaban y ¿qué mejor que hacerlos estar juntos, sin posibilidad de separarse durante un largo tiempo? Así, tienen que colaborar el uno con el otro y no perder la calma, aunque eso a Castle no le es muy difícil porque nunca deja de soltar sus típicas bromas.
¿En cuanto al caso? Creo que cada capítulo pierde más importancia, y la gana todavía más la relación de los protagonistas. Que por un lado está bien, que es por lo que casi todos -por no decir todos- vemos la serie, pero no tienen que olvidar que, en teoría, es una serie de policías, crímenes y asesinatos, y que tampoco pueden darle tanto de lado.
Tras este capítulo lo único que puedo decir es que deberían esposarlos muchos más capítulos para que, por fin, se dieran cuenta de que tienen que estar juntos. Y si además están encerrados y lejos de los “corta-rollos” de Ryan y Esposito, ¡mejor que mejor! Aunque parece que ya de por sí, empieza a haber una evolución importante entre Kate y Richard.
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