Tras una larga espera, la exitosa The Walking Dead ha regresado de nuevo a nuestras pantallas, retomando la trama desde el momento exacto en que nos dejó con la intriga hace meses. Esta serie es muy curiosa, ya que ha alcanzado gran fama a nivel internacional, casi tan grande como la furia de las críticas que ha dejado tras de sí. Pero, este no es el caso. Podríamos acharcarle a la serie problemas de falta de ritmo, de desarrollo de los personajes y bla, bla, bla, pero tras ver este capi puedo afirmar rotundamente que The Walking Dead ha regresado con fuerza.
El capítulo retomaba la trama desde el preciso momento en que Rick mataba (o remataba, según cómo se mire) a Sophia, la niña que tantos dolores de cabeza nos ha dado a lo largo de esta temporada, y que tanto nos emocionó al descubrirla mutilada en el granero junto a los demás zombis. En ese momento de tensión absoluta, de llanto incontrolado y de miradas cargadas de horror, la hermana rubita de Maggie hacía un alarde de inteligencia y corría hacia el cadáver de su madre tirado en el suelo. Enseguida comenzó uno de los muchos momentos sorprendentes del capítulo, cuando la muy cabrona abrió su sucia bocaza e intentó morder a su hija. Aparentemente no pasó nada, pero luego la chica se encontró repentinamente enferma y tuvo que guardar reposo en cama, lo que me induce a pensar lo obvio ¿su madre la contagió? Nadie se ha planteado la posibilidad, lo cual me lleva a pensar que, o lo han pensado pero se callan por miedo, o no lo han pensado porque son retrasados. Quiero decir, la chiquilla está traumatizada, es comprensible que lo pase mal, pero el desmayo tan repentino y esa mirada... Son sospechosas.
Por otro lado, hay que resaltar los momentos de silencio, las miradas perdidas y los pequeños gestos, como una madre destrozando la flor que representaba la esperanza de que su hija estuviera viva. Este ha sido, en parte, un capítulo de luto, de recuerdo por las personas que se han quedado por el camino. Algo comprensible y que no se me ha hecho nada pesado. A estas alturas, el ritmo tranquilo de The Walking Dead no debería sorprender a nadie. Ojo, tranquilo, que no aburrido. La serie ha sabido darnos capítulos insufribles e insulsos, pero este no ha sido el caso.
Las relaciones entre los supervivientes continúan evolucionando. Carl se hace fuerte y madura, hablando sin pudor sobre la muerte de su amiga, tanto que su madre, Lori, acabó con los pelos del chirri como escarpias. Es normal que una madre se sorprenda de ver crecer a su hijo en un sentido tan grotesco, pero, en este nuevo mundo, ser fuerte es mucho más productivo que llorar, Lori debería de saberlo a estas alturas. Y, por cierto, ¿cómo puede ser tan rematadamente estúpida? Lo primero, coger el coche e ir sola a reunirse con su marido y los demás, sin saber dónde se encontraba el bar, ya de por sí es un acto absurdo. ¿Qué esperaba decirles? "Hola, cari, venid pronto a casa" ¡Oh, lista panes, como que no lo sabían ya! Pero, lo realmente frustrante fue su aparatoso accidente, cuando se encontró al único zombi en cinco kilómetros a la redonda. Da igual que sea un tramo largo y recto, con o sin zombis hay que tener los dos ojos fijos en la carretera porque pueden pasar mil cosas. Retrasada.
Rick: Ey Glenn, lo mejor del fin del mundo es no tener que prestar atención mientras conduces.
Glenn: Lo sé, Rick. Las carreteras están tan vacías que solo un idiota podría chocarse.
Lori: ...
Shane continua siendo siniestro, lo cual me divierte, y Dale sigue anonadándose con su "maldad", que, por cierto, eso de que haya averiguado que asesinó a Otis disparándole es algo muy forzado. ¿Cómo ha podido saber un detalle tan concreto? Lo único que le pasa es que está celoso de que se haya beneficiado a Andrea. Que los deje en paz, que solo quieren un poco de mambo. Las posibilidades de echar un polvo en medio de un apocalipsis zombi se reducen gravemente. O se amplían, según se mire, ya que todos están más salidos que el pico de una plancha. Que se lo digan a Lori.
Y, por último, el impactante final de Rick y sus dos molestos visitantes en el bar. Tras una conversación con Hershel muy emocionante en que lograban consolidar una fuerte amistad, aparecían en escena dos supervivientes nuevos. Querían unirse al grupo, pero Rick desconfiaba así que se cerró en banda. Poco después, uno de ellos intentó asesinarle, pero Rick fue más rápido y los mató a los dos. Pum, pum y pum, en menos de un segundo ya estaban fuera del mapa. Fue muy sorprendente, me esperaba que durasen más.
Sea como fuere, la inseguridad que les han creado estos dos molestos invasores, o la futura conversión en zombi de la rubita, intuyo que serán factores que los impulsen a huir de la granja hacia otro lugar, tal vez Nebraska. Estoy deseando saber qué pasará.
Estos han sido algunos de los momentos que más destaco, si bien ha habido otros geniales como el bofetón de Maggie a Shane (¿he dicho alguna vez que me encanta esta tía?) o algunas miradas o conversaciones muy potentes. Un capítulo ameno y entretenido que ha cumplido con lo esperado. Continua lejos de ser brillante, pero abre un interesante camino lleno de posibilidades para los supervivientes de Atlanta.
*Mi valoración del capítulo: Un 7
*Mi valoración del capítulo: Un 7
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