Beckett vuelve a visitar al hombre que encerró en prisión algunos capítulos más atrás por el asesinato de su madre -Lockwood- y descubre que ya no se encuentra en la zona de seguridad especial de la prisión. Preocupada por otro preso, hace movilizar a toda la policía de la cárcel, aunque llegan demasiado tarde.

La única preocupación del resto del cuerpo de policía es protegerla, desde Montgomery, pasando por Ryan y Esposito, hasta Castle velan por ella escena tras escena, y este último con una presión añadida, ya que todos le dicen que será al único al que Beckett escuche. A pesar de su gran preocupación por ella, lo único que consigue Castle es un enfado por parte de la detective, pero un enfado de los grandes (hasta le pide a Montgomery que eche a Castle de la comisaría) porque por primera vez, Castle se atreve a decirle las verdades a la cara, y le hace ver que lo único que está haciendo es esconderse de la felicidad, aunque ella se niegue a admitirlo. Ahí he de decir que estoy totalmente de acuerdo con Castle, porque cada capítulo que pasa, Beckett me parece más tonta. Eh, que no digo que no me guste el personaje, porque me encanta, y sé que esa forma de ocultar todo lo que siente es lo que hace que el personaje gane tanto interés, pero hija, después de tres temporadas, yo por lo menos le hubiera dado un besito a Castle.
Por otro lado tenemos el conflicto de Montgomery, que ha sido amenazado por Lockwood y se ve obligado a sacrificar su propia vida para proteger a su familia y a Beckett, a la que creo que quiere casi como si fuera su propia hija. Ahí queda la intriga de unos papeles que envía antes de morir y que desconocemos a quién van dirigidos...

Después de este capítulo, lo único que puedo decir es que no sé cómo quienes siguen la serie día a día pudieron esperar tanto tiempo hasta la siguiente temporada sin morir en el intento, porque yo no pude resistirme a ver el siguiente capítulo enseguida, del que, aseguro, pronto tendréis una crítica por el blog.
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