A veces hay que pedir perdón. Sin más. Decir, lo siento, me equivoqué. Esta es una de esas veces. Comenzó The Americans al mismo tiempo que The Following. Y todos nos reímos mucho de la historia de los espías soviéticos en los USA de Reagan, aventurando una temporada de "americanadas" sin sentido, mientras alabábamos la historia de Kevin Bacon y James Purefoy, que prometía convertirse en una gran e inquietante serie sobre el lado oscuro -muy oscuro- del ser humano.
Pues no. Ha sido al contrario.
He de decir como punto a mi favor -no tengo modestia, qué pasa- que yo dejé The Following tras ese primer capítulo. No me interesaba lo más mínimo, aunque ese piloto me pareció muy bueno. Pero no, el rollo asesinos, perversiones y degradaciones del ser humano en forma de asesino cruel pero con su no sé qué de encanto, no me interesa. Así que, presuponiendo y aceptando de antemano que iba a leer críticas maravillosas sobre esa serie , la dejé sin miajita de remordimientos. Ahora la están poniendo a caldo, y eso que me he ahorrado, oye.
No me pasó lo mismo con The Americans. Aunque el piloto me produjo hilaridad en muchos momentos por su pretencioso tono de nocturnidad, alevosía y canciones de Genesis, seguí con ella. Y ahora me alegro, porque ha demostrado ser una gran serie, que se ha marcado una temporada muy consistente. Con sus fallos, que los tiene, pero nada que no pueda pulirse en la segunda tanda de episodios que comenzará en enero del año que viene.
The Americans muestra una ambientación ochentera muy cuidada y lejos de las exageraciones propias de las recreaciones que se hacen de aquella época. Todo es años 80, pero nada llama la atención por hortera o brillante. Al contrario, esta serie podría pasar perfectamente por una serie hecha entonces, una serie contemporánea de Canción Triste de Hill Street, por ejemplo. O de Las chicas de oro, a la que en su penúltimo episodio The Americans rindió un particular homenaje.
Estas características que os cuento, tienen aún mayor relevancia ya que, como podéis comprobar por esa foto, en esta serie los personajes se disfrazan continuamente. A lo Mortadelo, sí. Tanto y tan bien se disfrazan, que webs americanas como Vulture, les han dedicado especiales a las pelucas utilizadas tanto por Elizabeth y Phillip Jennings como por Claudia, Margo Martindale.
¿Y de qué va la serie, diréis? The Americans nos cuentan las andanzas de un matrimonio de espías soviéticos en los USA de Reagan. En realidad, Elizabeth y Phillip no están casados, pero se les ha obligado a vivir como si lo estuvieran, e incluso a tener dos hijos, para dar la -total- apariencia de una familia típica y tópica americana. Pero de típicos y tópicos tienen poco, porque su profesión real es la de conseguir información, controlar a sicarios enviados por sus superiores y, en general, todas las tareas propias de un espía. Al mismo tiempo, deben lidiar con un matrimonio que no es tal, pero que puede llegar a serlo (el roce hace el cariño, ya se sabe), con sus recuerdos de lo que dejaron en Moscú y con sus hijos, dos casi adolescentes que comienzan a hacerse preguntas (no saben nada sobre quienes son sus padres) y a dar problemas.
Añadid a todo esto que, en un recurso un poco forzado, su vecino de enfrente es el agente del FBI encargado de buscar a los espías rusos en territorio estadounidense. Esto que, como os digo, es un recurso forzado, sin embargo no chirría porque ha sido muy cuidado por los guionistas, que sólo lo han dado relevancia muy de cuando en cuando, creando, al mismo tiempo, una estupenda historia con ese agente del FBI, su familia, sus compañeros de trabajo y sus amoríos con Nina, esa rusa que le trae loquito. Ay, Stan, que no te enteras....
Por último, me gustaría destacar a dos personajes. El primero, Gregory, que protagoniza los, para mí, mejores episodios de la temporada, quizás los de más calado y mensaje. ¿Cómo puede llegar un norteamericano a ser espía para el país más rival de la que es su patria? ¿Qué hay detrás de ese rechazo a lo que es, por nacimiento y crianza, propio? Yo no reclamo un spin-off sobre Gregory, no, yo lo exijo.
Y, para finalizar, no me puedo dejar a la pobre Martha. Porque ella ya no tiene otro nombre más que ese: Poor Martha. Su caída del guindo es el gran momento que todos, absolutamente todos, esperamos para la segunda temporada. Ni rusos, ni cohetes, ni espías ni nada. No. El momento "Martha knows" va a romper audiencias y corazones. Al tiempo.
En resumen, The Americans es una estupenda serie, entretenida, seria y digna que muestra de manera muy directa todo lo que se cocía en aquellos últimos años de la Guerra Fría, en los que dos bandos luchaban en la sombra por unos ideales cada vez más difusos y lejanos. La serie pretende, y creo que consigue, representar a los últimos mohicanos de aquella guerra no declarada, gentes que peleaban por algo incierto, de cimientos inestables y muy intangible y que tenían que asirse, para seguir, a unos ideales cada vez más oxidados. O como en el caso de Philip, asirse a los ideales de la mujer a la que ama, porque él ya hace tiempo que los perdió por el camino.
También es valiente, porque se pone claramente de lado de los rusos, cosa que, a estas alturas del partido, ya no tiene relevancia ninguna, pero que ha provocado que recibiera algunas críticas allá en los USA. En realidad, no es un posicionamiento claro, pero es muy lógico que el espectador empatice con los protagonistas y que sonría con un poquito de desdén al ver a los agentes federales cayendo en los mismos tópicos vistos una y mil veces y fallando más que una escopeta de feria. Qué se le va a hacer, nobody is perfect.
The Americans muestra una ambientación ochentera muy cuidada y lejos de las exageraciones propias de las recreaciones que se hacen de aquella época. Todo es años 80, pero nada llama la atención por hortera o brillante. Al contrario, esta serie podría pasar perfectamente por una serie hecha entonces, una serie contemporánea de Canción Triste de Hill Street, por ejemplo. O de Las chicas de oro, a la que en su penúltimo episodio The Americans rindió un particular homenaje.
Dorothy y Sophia? |
¿Y de qué va la serie, diréis? The Americans nos cuentan las andanzas de un matrimonio de espías soviéticos en los USA de Reagan. En realidad, Elizabeth y Phillip no están casados, pero se les ha obligado a vivir como si lo estuvieran, e incluso a tener dos hijos, para dar la -total- apariencia de una familia típica y tópica americana. Pero de típicos y tópicos tienen poco, porque su profesión real es la de conseguir información, controlar a sicarios enviados por sus superiores y, en general, todas las tareas propias de un espía. Al mismo tiempo, deben lidiar con un matrimonio que no es tal, pero que puede llegar a serlo (el roce hace el cariño, ya se sabe), con sus recuerdos de lo que dejaron en Moscú y con sus hijos, dos casi adolescentes que comienzan a hacerse preguntas (no saben nada sobre quienes son sus padres) y a dar problemas.
Añadid a todo esto que, en un recurso un poco forzado, su vecino de enfrente es el agente del FBI encargado de buscar a los espías rusos en territorio estadounidense. Esto que, como os digo, es un recurso forzado, sin embargo no chirría porque ha sido muy cuidado por los guionistas, que sólo lo han dado relevancia muy de cuando en cuando, creando, al mismo tiempo, una estupenda historia con ese agente del FBI, su familia, sus compañeros de trabajo y sus amoríos con Nina, esa rusa que le trae loquito. Ay, Stan, que no te enteras....
En resumen, The Americans es una estupenda serie, entretenida, seria y digna que muestra de manera muy directa todo lo que se cocía en aquellos últimos años de la Guerra Fría, en los que dos bandos luchaban en la sombra por unos ideales cada vez más difusos y lejanos. La serie pretende, y creo que consigue, representar a los últimos mohicanos de aquella guerra no declarada, gentes que peleaban por algo incierto, de cimientos inestables y muy intangible y que tenían que asirse, para seguir, a unos ideales cada vez más oxidados. O como en el caso de Philip, asirse a los ideales de la mujer a la que ama, porque él ya hace tiempo que los perdió por el camino.
También es valiente, porque se pone claramente de lado de los rusos, cosa que, a estas alturas del partido, ya no tiene relevancia ninguna, pero que ha provocado que recibiera algunas críticas allá en los USA. En realidad, no es un posicionamiento claro, pero es muy lógico que el espectador empatice con los protagonistas y que sonría con un poquito de desdén al ver a los agentes federales cayendo en los mismos tópicos vistos una y mil veces y fallando más que una escopeta de feria. Qué se le va a hacer, nobody is perfect.
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