"Blanqueamiento" (y no dental, sino whitewashing), perspectiva gringa y una historia inmensa y compleja condensada en menos de dos horas: a priori, la adaptación que Netflix planeaba de Death Note tenía todas las de perder. Diré, a modo de autocrítica, que miraba la película con recelo incluso antes de comenzarla... pero, ¿quién podría culparme? Estados Unidos tiene fama de adaptar mal series extranjeras –salvando honrosas excepciones como Shameless y Homeland–, y es bien merecida si nos paramos a analizar la forma en que ha vulgarizado series como la británica Broadchurch o las españolas El Ministerio del Tiempo (sí, Timeless, no engañas a nadie) y Los Misterios de Laura, habiendo fracasado con todas en su intento de capturar la magia, la esencia, ese algo que hacía a las originales únicas e irrepetibles.
Death Note no ha sido, ni qué decir tiene, otra excepción a regla.
Tengo que empezar diciendo que soy un gran fan del anime. Death Note me parece, junto a Psycho-Pass, uno de los mejores que he visto. No tengo la perspectiva fresca de un espectador que haya visto antes este bodrio que el anime. No soy, por tanto, imparcial –se nota, ¿verdad?–. Pero también es justo que aclare que mi disgusto no proviene del hecho de que la película sea una mala adaptación. No estoy juzgando a la película únicamente en comparación al anime, pues sabía desde el principio que adaptarlo sería una tarea extraordinariamente complicada. Esperaba, pues, más que un calco insípido que nunca habría podido superar al original japonés, un cambio de enfoque, un planteamiento diferente.
Adam Wingard tenía la oportunidad de aprovechar el potencial de esta historia y jugar con él, darnos una película parecida y al mismo tiempo distinta: arriesgada, inteligente, que captase lo mejor del anime y añadiese una perspectiva propia... pero, en lugar de eso, la película pasa por encima de lo que hace grandioso al anime, lo pisotea con premeditación y alevosía, y condensa la trama en torno a un romance ridículo, añadiendo todo lo que no puede faltar en el absurdo mundo gringo: persecuciones alocadas, bailes de instituto y una superficial aproximación a los conceptos del bien y el mal.
Gracias, Willem Dafoe, por poner tu voz a Ryuk, pero ni con esas salvaste la película
Este cagarro de Wingard, insulto al buen gusto y ofensa a la inteligencia –estoy pedante, lo sé, pero dejadme, que he sufrido mucho–, pierde la perspectiva adulta y toda la filosofía del Death Note original, siendo en última instancia una movida adolescente precipitada, mal explicada y muy, muy petarda. Lo que hace brillante al anime es el desafío, el reto puramente intelectual entre Light Yagami y L. Una conversación entre ellos era más espectacular que la persecución idiota (en todos los sentidos) a la que ha quedado relegada su dinámica en la película. Lakeith Stanfield hace lo que puede, pero Nat Wolff es un Kira bobísimo y terrible. Quizá lo más salvable de la película sea Mia, defendida muy bien por Margaret Qualley. La historia de amor trágica entre la sociópata y el pelele resultó casi interesante; un enfoque diferente pero no lo suficientemente inteligente ni estimulante como para salvar un conjunto que hace aguas por todos lados.
Lo que podría haber sido una adaptación con encanto, un reencuentro (o incluso primer encuentro) al menos decente con esta increíble historia se ha convertido, ¡sorpresa!, en un truño moruño. Por ello culpo a Wingard, al conjunto de los Estados Unidos y, sobre todo, a Netflix. Pero te va a pesar, Netflix... TE VA A PESAR.
¿Qué se le pasó por la cabeza a Netflix? No digo que todas sus producciones sean perfectas ni mucho menos, pero se ha labrado buena fama en lo que a la calidad general de sus series y películas se refiere. Además, Netflix puede ser muchas cosas, pero no es tonta. Y, al igual que sabe que Las Chicas del Cable es más mala que un dolor, también es muy consciente de que esa serie era una apuesta segura: el nuevo éxito que necesitaba para llegar a más sectores de audiencia. ¿Habrá pasado algo parecido con esta Death Note? ¿Acaso Netflix, oh, pérfida embustera, la habrá lanzado sabiendo de antemano que era un cagarro? ¿No querría, más que elaborar una producción de calidad, tenernos a todos como idiotas viéndola y hablando sobre ella? ¿Vale más publicidad mala que ninguna?
Me siento sucio. Engañado. Estafado. Lo que iba a ser un buen rato ha terminado siendo traición, mediocridad y decepción. Porque sabía que tenía todas las de perder, que esta historia no auguraba nada bueno, pero incluso así mantuve la esperanza. La esperanza de que algo bueno pudiera salir de aquí... pero no. ¿En serio ha preferido Netflix gastar dinero en esto antes que en una tercera temporada de Sense8? La próxima vez me limitaré a leer los hilos de Manuel Bartual, y así me ahorraré disgustos.
Aún no he visto la película y tampoco pensaba hacerlo porque adoro el manga y prefiero quedarme con esa buena sensación. Pero ha habido tanto cachondeo estos días con la película, que le daré una oportunidad algún día que me apetezca echarme unas risas.
ResponderEliminarSaludos ;)
La crítica fue demoledora... ni ganas de verla.
ResponderEliminarLástima, el animé era muy bueno.
Malìsima, pèsimos actores. Trama floja.
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