Tenía muchas ganas de hablar de la segunda temporada de Sense8. Ya critiqué hace una semana los prejuicios rancios que se tienen hacia ella así que, como ya hemos superado eso –y sabemos que la "calidad" no es algo exclusivo de las Mad Men y Breaking Bad–, toca hacer un análisis más en profundidad de lo que ha sido la temporada en sí. ¿Ha sido tan buena como la primera? ¿En qué ha brillado? ¿En qué ha fallado? Estos diez episodios me dejan muchas emociones encontradas, y me gustaría saber si el resto de fans opináis como yo sobre ciertos temas.
Eso sí, ¡con spoilers!
Cuando echo la vista atrás y hago balance de lo que ha sido Sense8 en su segunda temporada, Sun es la primera sensate que acude a mi mente. Ella ha sido uno de los personajes, sin duda, con una historia personal más potente e interesante, pero diría más: Sun ha sido el pilar de esta temporada. Creo que no sería exagerado afirmar que Doona Bae, con el permiso de Tuppence Middleton y Alfonso Herrera, es una de las mejores actrices de la serie. Sun es un personaje extremadamente complejo y difícil de interpretar –en manos de una actriz más limitada habría sido un desastre–, pero Doona sabe transmitir raudales de fuerza, ternura y emoción en sus gestos contenidos. Y esta trama alocada a lo Prison Break coreana ha sido lo más inteligente que podían hacer para potenciar lo mejor de ella. Ha sido "cañera" –la persecución a lo Terminator fue lo mejor de la VIDA, así, en general– y, al mismo tiempo, dulce, dejándonos escenas bellísimas como la que compartió con su amiga fugitiva en la azotea, o el recuerdo de aquella conversación inspiradora con su madre en torno a la cual Sun articuló toda su vida.
Quizá lo que más me interesa de Sun es que el conflicto con ella es más introspectivo, y no tan volcado en el amor a otra persona como ocurre con el resto de sensates. Y no es que esté criticando las relaciones románticas –yo NUNCA podría criticar las parejas de Sense8–, pero resulta refrescante y estimulante el contrapunto de Sun, que debe enfrentarse a la soledad, a la situación más francamente difícil de todos los sensates –con el permiso de Will–, y preguntarse... ¿quién soy yo? ¿Soy una mujer sedienta de venganza a lo Emily de Revenge, o soy la dueña de ese corazón tierno que vio Min-Jung? La respuesta que Sense8 nos da en el finale es previsible, pero no por ello menos emocionante. Porque Sun no pudo matar a su hermano. La promesa que hizo a su madre de que velaría por él pesa demasiado. Se enfrentó a su lado más oscuro... y venció. Y esa decisión responde por sí sola a quién es ella: alguien mejor que su hermano.
Toda esta trama puede no ser especialmente original a nivel conceptual (hemos visto ya historias parecidas en el cine y la literatura), pero Sun ha puesto tanto alma en ella, ha tenido tanta emoción y risas marca de la casa, que me ha parecido totalmente maravillosa.
Toda esta trama puede no ser especialmente original a nivel conceptual (hemos visto ya historias parecidas en el cine y la literatura), pero Sun ha puesto tanto alma en ella, ha tenido tanta emoción y risas marca de la casa, que me ha parecido totalmente maravillosa.
Lito, aunque con una gran evolución personal esta temporada, ha sido en muchos momentos el (genial) "alivio cómico" de la temporada.
Ahora bien: también tengo que decir que Sense8 tiene graves dificultades para articular de forna óptima la trama central. Al principio pensaba que solo era asunto mío el despistarme con el misterio de la serie –o "las movidas del pelo-blanco", como lo llamo yo–, pero poco después me enteré de que no. Resulta que la mitad de los fans no nos enteramos de un carajo de lo que ocurre. Y no hay duda de que el misterio es la "excusa" para mover el resto de tramas y hablar de lo que realmente interesa (amor, amistad, familia, discriminación, superación personal, cuestiones de género, cosas gays), pero siempre he echado en falta que Sense8 sepa conjugar mejor todos sus elementos y se "pierda" un poco menos en el desarrollo de la trama general.
El "nuevo" Capheus, por otra parte, no me terminó de convencer. No me da ninguna pena que dieran la patada al anterior actor (sobre el que hubo acusaciones de transfobia y homofobia), pero Toby Onwumere, aunque bastante "correcto", no acababa de transmitirme esa ternura que sí sentía con el anterior. Tenía cierta chispa, cierto encanto, pero en el momento de su discurso a las gentes de Kenya no sentí que estuviera transmitiendo la fuerza que debía transmitir. Esto tampoco es ningún gran drama, desde luego –Capheus ya era, incluso antes, mi "menos" favorito–, pero es otro de los elementos que ha entorpecido el conjunto de la temporada.
Y, sin embargo, a pesar de todos estos "peros", Sense8 ha seguido brillando en lo que mejor sabe hacer: emocionar. Decía Alex, un comentarista de la crítica anterior, que "algunas escenas de la segunda temporada son las más intensas (desde un punto de vista emocional, de involucrar al espectador) que he visto NUNCA". Yo tengo que decir que también concuerdo. Aunque toda la temporada hubiera sido un absoluto ñordo habría valido la pena solo por escenas como la de Nomi explicando por qué quiere a su hermana en la celebración previa al día de su boda, hablando de la noche más larga y solitaria de su vida (no estoy llorando, TÚ estás llorando); y mejor no hablamos de la preciosa pedida de mano "doble" entre Nomi y Amanita, momento cumbre de la temporada.
Mi amiga Marta ya sintetiza muy bien la grandeza de esa pareja y lo que la hace tan única, así que me limito a remitiros sus sabias palabras:
Por lo general ha sido una temporada muy fluida, muy divertida, llena de tantas frases célebres que necesitaríamos el blog entero para comentarlas todas. En la otra cara de la moneda, algunas tramas que no han funcionado del todo bien (la de Wolfgang este año no me ha terminado de encantar), y un season finale un tanto precipitado, no tan épico como el de la primera temporada, que juntó por fin a todos los sensates pero no nos dejo disfrutar de los momentos de encuentro. Lo cual, por otra parte, no desluce el conjunto: Sense8 es una serie tan bonita y radiante, llena de tanto amor y de momentos importantes, que esas torpezas quedan, a mi modo de ver, en segundo plano. Porque, a pesar de todos estos fallos que comento, conserva esa magia, ese encanto que la convierte en algo tan único.
Leía hace unas semanas a un fan –lo siento, no recuerdo a quién– diciendo que "las hermanas Wachowski solo quieren que seamos felices". Y probablemente esas sean las palabras que mejor condensan la esencia de lo que es Sense8.
Yo viendo Sense8 pic.twitter.com/ac87RuXewk— LetISA Sabater (@IsaFoundNemo) 10 de mayo de 2017
El "nuevo" Capheus, por otra parte, no me terminó de convencer. No me da ninguna pena que dieran la patada al anterior actor (sobre el que hubo acusaciones de transfobia y homofobia), pero Toby Onwumere, aunque bastante "correcto", no acababa de transmitirme esa ternura que sí sentía con el anterior. Tenía cierta chispa, cierto encanto, pero en el momento de su discurso a las gentes de Kenya no sentí que estuviera transmitiendo la fuerza que debía transmitir. Esto tampoco es ningún gran drama, desde luego –Capheus ya era, incluso antes, mi "menos" favorito–, pero es otro de los elementos que ha entorpecido el conjunto de la temporada.
Y, sin embargo, a pesar de todos estos "peros", Sense8 ha seguido brillando en lo que mejor sabe hacer: emocionar. Decía Alex, un comentarista de la crítica anterior, que "algunas escenas de la segunda temporada son las más intensas (desde un punto de vista emocional, de involucrar al espectador) que he visto NUNCA". Yo tengo que decir que también concuerdo. Aunque toda la temporada hubiera sido un absoluto ñordo habría valido la pena solo por escenas como la de Nomi explicando por qué quiere a su hermana en la celebración previa al día de su boda, hablando de la noche más larga y solitaria de su vida (no estoy llorando, TÚ estás llorando); y mejor no hablamos de la preciosa pedida de mano "doble" entre Nomi y Amanita, momento cumbre de la temporada.
Mi amiga Marta ya sintetiza muy bien la grandeza de esa pareja y lo que la hace tan única, así que me limito a remitiros sus sabias palabras:
Nomi y Amanita son el ejemplo de lo que debería ser una relación de pareja y no esas mierdas tóxicas que venden otras series. #Sense8— Marta Pita Dopico (@martacobixeira) 10 de mayo de 2017
Por lo general ha sido una temporada muy fluida, muy divertida, llena de tantas frases célebres que necesitaríamos el blog entero para comentarlas todas. En la otra cara de la moneda, algunas tramas que no han funcionado del todo bien (la de Wolfgang este año no me ha terminado de encantar), y un season finale un tanto precipitado, no tan épico como el de la primera temporada, que juntó por fin a todos los sensates pero no nos dejo disfrutar de los momentos de encuentro. Lo cual, por otra parte, no desluce el conjunto: Sense8 es una serie tan bonita y radiante, llena de tanto amor y de momentos importantes, que esas torpezas quedan, a mi modo de ver, en segundo plano. Porque, a pesar de todos estos fallos que comento, conserva esa magia, ese encanto que la convierte en algo tan único.
Leía hace unas semanas a un fan –lo siento, no recuerdo a quién– diciendo que "las hermanas Wachowski solo quieren que seamos felices". Y probablemente esas sean las palabras que mejor condensan la esencia de lo que es Sense8.
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