Cada vez falta menos para que
tengamos que darle el adiós definitivo a Mad
Men, una serie que sigue siendo exquisita hasta en los últimos coletazos de
su vida, y muy reflexiva, algo que siempre la ha caracterizado. Si quieres
saber lo que ha pasado en este episodio, no dudes en seguir leyendo.
*SPOILERS*
Es imposible que no quiera a esta mujer |
Puedo afirmar sin ninguna duda
que este episodio me ha parecido especialmente brillante ya que la reflexión a
la que nos lleva es tan humana y realista que llega a doler: ¿qué pasa en el futuro, qué nos depara?
Es una pregunta aparentemente inocente pero muy complicada de responder si no
se tiene clara su respuesta. Como hemos visto, Don se siente perdido en ese sentido ya que no sabe qué le depara
el futuro, no tiene unas metas que
alcanzar o por lo menos no ha pensado en ellas. Como bien dice él, desde
que McCann comprase la mitad de la agencia, las posibilidades se han multiplicado, hay muchas más opciones,
posibles clientes, ya no hay que preocuparse tanto por si la agencia se va a ir
al garete o no. Personalmente, las respuestas de Peggy no me sorprenden en absoluto y me las esperaba. Es una mujer centrada en su trabajo, en
querer ser grande, recordada por buenas e ingeniosas ideas, hacerse un nombre
y, en cierta forma y salvando las distancias, convertirse en Don Draper,
quien ha sido su mentor y el hombre que se fijó en ella como una profesional
con un futuro prometedor. Sin embargo, el momento de reflexión entre Draper y
Olson no ha salido del todo bien ya que teniendo una evaluación laboral de por
medio y con estas preguntas, la reacción de Don se podía coger con pinzas por
parte de ella. Lo comprendo, es un momento de mucha tensión ya que te estás
jugando el “aprobado” laboral, por lo que no ha sido el mejor momento para
ponerse profundo y hablar de las incertidumbres de la vida.
Pero no todo ha sido reflexión
para Don, también ha hecho de mediador
entre Peggy y Pete, quien parecía que se iba a subir por las paredes de un
momento a otro. Draper ha tenido que ejercer de juez ante la cuenta de las
galletas Tinkerbell y ver si realmente el equipo creativo tenía una buena idea
o no. Miedo da cuando pone esa cara de “madre mía, ¿qué mierda es esta?”. A mí
me temblarían las piernas sólo de verla, pero menos mal que ha sabido salir del
paso y, sin perder los papeles, ha aceptado el otro eslogan que tenían. También ha tenido que poner a alguien de
patitas en la calle por cagarla estrepitosamente al replicarle a un cliente
en tono chulesco siguiendo el ejemplo de Don con Lucky Strike. “Lo hiciste
porque eres apuesto”, le dice Mathis. No, Mathis, lo hizo porque tiene encanto,
porque sabe cuándo hacer ese tipo de comentarios ya que sabe leer a los
clientes, pero tú no. Y sí, es apuesto, lo que le da un punto extra, pero
también es ingenioso, no nos olvidemos que Draper es un gran publicista. Respecto
a Peggy y Pete, necesito que en estos cuatro episodios que nos quedan nos
regalen una escena juntos, una de esas en que ves lo bien que se llevan pese a
que tengan algún encontronazo que otro, esos momentos en los que se ve que
tuvieron algo hace tiempo y que lo recuerdan con cierto cariño y añoranza. O
que hablen sobre ello. ¿No es pedir mucho, no?
Por otra parte, Don ha visto cómo su vida está cambiando
poco a poco. En el anterior capítulo vimos el divorcio con Megan, el adiós
definitivo, y ahora vemos cómo se va a
despedir de ese ático en el que, supuestamente y como dicen él, “pasaron
cosas buenas”. Bueno, no sé yo qué decirte, Don. ¿De verdad han pasado buenas
cosas en esa casa? Yo te recuerdo un poco hundido, peleándote con tu ahora
exmujer en el salón y luego acostándote con ella, mirando al horizonte con la
vista perdida en la terraza, en una doble cita con tu exmujer, tu amante y su
marido. ¿Seguro que ha habido buenas cosas? Ahora la estancia está vacía, un
poco como su corazón, el cual se llena con el trabajo y con los rollos de una
noche, las visitas a sus hijos un fin de semana y otro no. Don está solo, un poco perdido y con mucha incertidumbre dentro de sí
mismo, pero muy enfocado en el trabajo, creo que como hacía tiempo que no
le veía, cosa que me sorprende pero que, al mismo tiempo, me alegra de veras.
La escena del final me recuerda a ver a un hombre en el filo de un acantilado
preparado para saltar al agua, una persona que está a punto de cambiar algo en
su vida. Es una sensación de vértigo tremenda pero, al mismo tiempo y, como
decía en cierta manera Ted, con un abanico de posibilidades muy grande.
Por si os quedasteis con ganas de
más, esta semana también hemos visto a
Betty y a Sally, a quien tenía especial interés en ver de nuevo. Sin embargo,
esta vez alguien se interpondrá entre madre e hija: Glen, más conocido como el Curro Jiménez de Mad Men a partir de ahora – esas son unas señoras patillas, di que
sí –. Me ha hecho gracia que Betty no
haya reconocido a ese chaval que le pidió un mechón de
pelo para olerlo en la intimidad – creepy,
creepy –, y parece que ese sentimiento no ha cambiado nada en absoluto, tanto es
así que se crea una tensión sexual muy rara entre ambos con la propia Sally
delante – es de lo más incómodo que una muchacha puede vivir –. La
situación no mejora cuando Glen le
cuenta a Sally que embarca al día siguiente ya que se ha unido a la marina,
ante lo cual ella reacciona de forma muy pasional y le dice que si es un
gilipollas integral, que dónde quedó eso de estar en contra de la guerra. La
pobre al final se da cuenta de que ha cometido un error y llama a su casa
preguntando por Glen y diciendo que se quiere despedir de él. ¡Ay, Sally, qué
difícil es hacerse mayor, ver cómo la gente cambia de parecer y que, por eso, a
lo mejor les matan a miles de kilómetro de Nueva York! Pero, como iba diciendo,
la situación entre Betty y Glen no mejora si tenemos en cuenta que él vuelve a la casa para ver a la señora
Francis para trincársela porque sí, amigos, se ha unido a la marina para dar
cierta pena y que pueda hacer su sueño de niño realidad. Y si no me creéis,
mirad de nuevo la escena, por favor. Ese momento en el que él le hace
pucheritos y ella le coge la mano y se la pone en la cara es el signo de que ha
conseguido ya un objetivo, contacto físico. Lo que pasa es que el chaval quería
más y las hormonas no ayudaban nada. Viendo estas cosas me da mucha pena Sally,
quien siempre me ha parecido tener un flechazo por Glen y que, al darse cuenta
con el tiempo de que no era correspondido, lo ha dejado medio aparcado.
Gran verdad |
Pero si ya no podíamos querer más
a Sally, ha sido en el momento de la cena con sus amigas y su padre y la escena
siguiente donde se ha visto claramente lo grande que es este personaje. Ver cómo una de tus amigas se empieza a
hacer la interesante e intenta ligarse a tu padre, el cual es un tío muy
divertido e ingenioso que hace que a cualquier fémina, sea de la edad que sea,
se le caigan las bragas, pues no es de
muy buen gusto, así que Sally, en un momento de explosión y sinceridad
total, le dice a su padre que lo que
quiere hacer en el futuro es salir del círculo de sus padres y no parecerse a
ellos jamás, un pensamiento que muchos habremos tenido en algún momento de
nuestras vidas. Pero Don representa aquí la voz de la realidad y de la
experiencia: queramos o no, siempre nos
pareceremos en algo a nuestros padres porque hay ciertas conductas,
expresiones o movimientos que hemos ido adquiriendo con los años. Sin ir más
lejos, en la mid-season finale pudimos
ver cómo Sally tiene ciertos gestos de su madre y cómo se parece a ella. De
todas formas, me parece de lo más normal lo que dice Sally teniendo en cuenta
lo que ha tenido que presenciar últimamente con sus dos progenitores; añadir
también que ha visto cómo su padre nunca encuentra la felicidad y que lo hace
acostándose con un montón de mujeres, y que su madre es como una niña pequeña
con una rabieta o una especie de bitch
con sus hijos, no es una madre amorosa sino estricta, por lo que es
comprensible que Sally quiera alejarse de todo eso. Destacar la frase que le dice Don a su hija: "Eres una chica muy guapa. Depende de ti que seas más que eso". Y tiene toda la razón, tiene que luchar por sí misma, por tener uno estudios y ese futuro del que se habla en este episodio prometedor.
Por último, Joan ha tenido más minutos en pantalla, con un buen cambio de
escenario y con cierta decisión que puede ser polémica cuanto menos. Los Ángeles le ha sentado bien al conocer
de forma poco casual a Richard Burghoff, un hombre que parece que bebe los
vientos, los ríos y hasta los océanos por ella, tanto que, cuando esta se
vuelve a Nueva York, él la sigue. Al principio esto parece más un rollo de una
noche que otra cosa, un momento de diversión pasajero, pero todo se vuelve más
serio y hasta un pelín oscuro. Ella le ha mentido a él diciendo que no tiene
hijos y, al sincerarse, el momento romántico desaparece por la puerta junto con
Joan, que ve cómo Richard pasa de
complicaciones con niños de por medio ya que tiene a los suyos creciditos.
Aquí se abre una puerta que ha estado entreabierta durante un tiempo pero que
nadie había empujado: Joan siente que,
al haber tenido un hijo, se han ido un montón de oportunidades por el desagüe;
hay algo que la retiene, que le hace volver a casa temprano, no salir tanto
como antes, y a lo mejor hasta no ligar tanto como antaño. Por esto, incluso la
toma con la niñera, que la pobre no tiene culpa de nada. Con la decisión
polémica me refiero a que, cuando Richard vuelve a la oficina utilizando el
malentendido de antes, Joan le dice que
le prefiere a él antes que a su hijo, lo que me parece un poco fuerte ya
que, primero, es tu hijo y debería ser tu primera y única opción en todo y,
segundo, Richard es un hombre al que acaba de conocer y del que no sabe nada,
por lo que me parece precipitado y un tanto estúpido elegirle antes que a tu
propio hijo porque te vende el oro y el moro. Menos mal que el pretendiente recapacita un poco y le
dice a su damisela que quiere formar parte de su vida y que eso significa que el
niño está dentro del pack. ¿Qué tendrá que decir sobre esto Roger cuando vuelva de las Bahamas? Anda que no se lo monta mal, ¿eh? Por otra parte, hemos sabido que Joan ya tiene el trabajo que siempre ha querido, aunque no creo que lo haya sido “siempre”. Alguna vez durante la serie le hemos oído decir que no quería el trabajo de Peggy, por ejemplo, o su responsabilidad, pero parece que las tornas cambiaron en algún momento, y me atrevería a decir que fue cuando se dio cuenta de la gran importancia que tiene en la agencia y el poder que tiene, ya que puede despedir a las secretarias cuando quiera y, además, normalmente la hemos visto como un apoyo para todo el mundo. Así que, viendo ese poder en tus manos, ¿por qué no ir un nivel más arriba de la pirámide?
En general, es un episodio que me
ha gustado muchísimo sobre todo por el tema en el que se reflexiona, el futuro, y el cual hace referencia con el nombre del episodio, The forecast, la predicción.
Es posible que sea porque yo también me lo estoy planteando, qué quiero hacer o
qué no, ese tipo de cosas en las que deberíamos pensar concienzudamente en
algún momento del año y que nos pueden marcar mejor el camino a seguir. De
todas formas, Mad Men ha vuelto muy
reflexiva, más que nunca, y posiblemente es porque se acerca el final que han
tocado lo del futuro, ya que después del último episodio, ¿qué va a pasar con
estos personajes? Y si nos salimos de la historia, ¿qué va a pasar con los
actores, con el creador, el equipo técnico, incluso con nosotros mismos?
¿Tenemos pensado qué vamos a hacer después, aparte de llorar, obviamente? Es
una pregunta muy interesante que puede llevarte por dos caminos, por uno muy
creativo o por otro muy realista y con los pies en el suelo. La profundidad de Mad Men es algo que me gusta muchísimo y
que se note más todavía en esta recta final le da muchos puntos. Va a ser
difícil decirle adiós a una serie que nos hace pensar de esta forma, que nos
trastoca y nos hace plantearnos ciertos aspectos de nuestra existencia.
Por mi parte nada más excepto
recordaros que podéis compartir vuestras impresiones, pensamientos,
sentimientos o teorías sobre el final mediante los comentarios. Siempre es un
placer conocer vuestro punto de vista e intercambiar unas palabras con
vosotros.
Irene (@MissSkarsgard)
A mi me pareció que el comentario de Joan sobre preferir a Richard sobre su hijo era totalmente irónico y mucho más después de esa escena en la que su hijo se despide y ella tiene un momento de reflexión en la que se puede intuir que a pesar de los problemas que le puede presentar tener un hijo, es lo que ella más ama en este mundo. Buen análisis, te sigo leyendo!
ResponderEliminar¡Gracias por tu comentario, Miguel!
EliminarYo me lo tomé como que lo decía totalmente en serio. Ese momento de la puerta al que tú haces referencia me parece más un momento de "aunque quiero a mi hijo a veces no lo soporto porque es un poco carga y me duele pensar eso" que otra cosa, sinceramente. No sé, después de lo visto, no le saco la ironía a ese comentario viendo que a Joan se le están hinchando los ovarios con el paso del tiempo con todo lo que pasa tanto en su vida como en la oficina.
Un saludo.