Una semana más, los publicistas de Madison Avenue nos han
dejado un gran capítulo marcado por uno de los sucesos más chocantes del siglo
pasado: la muerte de Martin Luther King. ¡Comenzamos!
Esta semana, Ginsberg ha sido uno de los personajes en los
cuales se ha centrado la historia. Parece ser que su padrastro lo ve demasiado
solo en esta vida y le busca una chica para que salga con ella, pero a Michael
no le gusta mucho la idea. “Yo mismo puedo buscarme mis propias chicas”, dice
él. Personalmente, veo a este personaje bastante desilusionado con su trabajo,
incluso en un momento dado él mismo lo dice. Y es que estar por debajo de Don
Draper y que sea el boicoteador de tu propio trabajo para que la gloria se la
lleve él no es plato de buen gusto – esto se vio perfectamente en la temporada
anterior -.
Por otro lado tenemos a Betty, que se está recuperando
después del último concurso de comida en el que compitió con Skyler (Breaking
Bad). Bromas aparte, a Betty le están marchando mejor las cosas que a su exmarido
Don, ya que es una mujer feliz junto con Henry, quien va a aprovechar una
oportunidad de oro para cambiar un poco de aires en lo laboral. Y Betty se
alegra mucho por él porque es algo que siempre había querido para su marido.
Siguiendo en el terreno femenino, Peggy está dispuesta a cambiar de casa ya que ve que la suya le queda un poco pequeña – sólo hay que ver el desastre que tiene montado -. Sin embargo, a pesar de la ilusión que le hace ese pequeño cambio en su vida, no se siente acompañada por su novio, que parece que le da bastante igual si se cambian a una casa más grande o a un rincón debajo de un puente. Se ve a la legua que Peggy no es feliz junto con su novio periodista, que se siente sola, poco apoyada, y que esa compañía que necesita, esa atención, se la da su jefe. No hacía falta ver la escena de la entrega de premios para que uno se dé cuenta de la situación: Peggy y su jefe no son felices con sus respectivas parejas, quieren autoengañarse para que las cosas sean más fáciles, pero no es así y están deseando estar juntos. ¡Queremos el beso ya!
Al odioso de Pete le hemos visto un poco más de lo normal en
este capítulo pero sólo para hacernos ver que sigue solo, deprimido y que su
mujer Trudy no va a dar marcha atrás en su decisión de alejarse de su marido,
aunque en el fondo tenga miedo de los disturbios que están ocurriendo en la
calle debido al asesinato del doctor King.
Por último, tenemos a Don, que hace una de las revelaciones
más asombrosas que jamás he visto en esta serie: al principio no sentía nada
por sus hijos, pero luego cuando se han hecho mayores han hecho algo que le han
producido ese sentimiento que debería haber estado desde su nacimiento. ¡Madre
del amor hermoso! Claro, Megan, al lado, llorando como una magdalena porque por
fin Donald Draper había abierto su corazón y había expresado sus sentimientos.
¿En serio un hombre puede ser más frío que éste que ni siquiera quiere a sus
hijos? Personalmente no veo normal que un padre no quiera a sus descendientes
hasta que éstos hacen algo que, aparentemente, no es extraordinario pero lo es
para él. Menos mal que las cosas han cambiado. Y, posiblemente, os
preguntaréis: ¿a qué viene esta magnífica relevación? Pues al suceso que marca
el capítulo, que trastoca a los personajes de alguna forma.
Algo que tengo que destacar es la reacción de la comunidad
de color en este capítulo: desde el camarero que se sienta desolado en la barra
hasta la secretaria de Don, Dawn, que prefiere quedarse a trabajar porque se
siente más segura que en su casa. Todos expresan la amargura que sienten al ver
como un representante de la no violencia y de su propia comunidad desaparece de
sus vidas y les llena de desesperanza al perder la única oportunidad de salir
de esa situación de odio hacia ellos, de racismo puro.
Como lleva haciendo toda la temporada, otro capítulo de Mad
Men que profundiza en las infelices vidas de los personajes, que los abre en
canal para expresarnos lo que sienten hasta con una mirada, que nos hace ver
que no siempre otro tiempo pasado fue mejor.
Irene Galindo (@MissSkarsgard)
Dato curioso y adicional: en los créditos finales del capítulo de la serie, se puede escuchar de fondo la canción "El amor es azul", que es interpretada por la orquesta de Paul Mauriat.
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